Un hombre desterrado por la historia
Por Eva Matarazzo
La novela de Andrés Rivera comienza con una imagen potente. Invierno de 1871. Nieva sobre Gran Bretaña. En una granja del Condado de Swanthling, un hombre de 78 años pregunta a ningún espejo: «¿Sabe alguien qué es el destierro?». Ese hombre que ahora es granjero, un farmer, fue durante veinte años, el hombre más poderoso de Argentina: Juan Manuel de Rosas. Sentado junto a un brasero y su perra en celo, mira nevar desde aquellas tierras lejanas, a las que llegó exiliado en 1852. Olvidado por todos, piensa en la muerte, repasa rencores de su época de esplendor, monologa y piensa sobre aquellos que lo traicionaron.
Pompeyo Audivert y Rodrigo de la Serna tomaron esta novela y le dieron un fascinante formato teatral. A lo largo de seis escenas, representan a este Rosas anciano, desbastado en el exilio y al Rosas aguerrido y mítico. Un personaje que pelea con sus fantasmas, y que ha vivido 25 años bajo el cielo extranjero de Southampton, hundido en la soledad y la pobreza. Los actores repasan los distintos episodios de la historia a partir del día en que Juan Manuel de Rozas, dejó su casa materna y renunció a su herencia, para convertirse en Juan Manuel de Rosas. Desde sus glorias como gobernador de la provincia de Buenos Aires y sus batallas contra los unitarios, hasta la traición por parte de su ejército en los campos de Caseros en 1852.
Entre soliloquios surgen además desde el recuerdo otros personajes: Sarmiento, Mitre, Anchorena, Lavalle, Urquiza, El Primer Ministro inglés, Camila O’ Gorman, su hija Manuelita y hasta su madre Agustina López de Osornio, quienes serán parte de esta polifonía de voces materializada en el cuerpo de los actores.
La puesta en escena sugiere un interesante espacio que favorece el desarrollo de la acción. En el escenario un espejo enorme, oxidado y gastado, en el que las figuras se esfuman y deforman como fantasmas. Un objeto doble y distorsionado, con dos caras, que al mismo tiempo reflejan a estos dos Rosas, en estos dos lugares y tiempos distintos. El juego con lo espectral es también muy potente, permite entrar en otro tipo de convención, alejándose del realismo para llegar a un lugar más atractivo desde lo teatral.
Las actuaciones de Rodrigo de la Serna y Pompeyo Audivert son admirables. Dos grandes actores con una presencia escénica sostenida y que están a la altura del texto, pero que logran romper con las estructuras de lo literario, para cargar de teatralidad sus interpretaciones. Ambos generan el contrapunto ideal para mostrar los matices y contradicciones por las que atravesó este importante político y militar de nuestra historia.
La música original de Claudio Peña, quien además toca en vivo el violonchelo en sintonía con la acción, provoca diferentes climas de tensión y alucinación. Todo el diseño sonoro es muy importante en la obra y potencia ese ambiente de cierta espesura y densidad dramática.
La iluminación de Leandra Rodríguez juega con los claroscuros, al igual que la vida de este personaje colmado de luces y sombras, de glorias y derrotas, de ovaciones y abandonos, pero que no podrá pasar desapercibido en la memoria argentina.
Una obra que hay que ver, o en muchos casos volver a ver, no sólo para disfrutar del mejor teatro y del trabajo de dos excelentes actores, sino también para poder comprender las “grietas” de nuestro presente a partir de nuestro pasado.
Ficha artístico técnica:
Actúan: Pompeyo Audivert y Rodrigo de la Serna
Músico en escena: Claudio Peña
Música original y el diseño sonoro: Claudio Peña
Iluminación: Leandra Rodríguez
Escenografía: Alicia Leloutre
Fotografía: Sebastián Arpesella
Diseño gràfico: Nahuel Lamoglia
Prensa y difusión: Daniel Franco
Dirección: Pompeyo Audivert, Rodrigo de la Serna y Andrés Mangone
Teatro La Comedia
Dirección: Rodríguez Peña 1062
Funciones: viernes y sábados 22.30 hs.
Entradas: en la boletería del teatro y por sistema PLATEANET www.plateanete.com
$1000
Informes: 4815-5665
Duración: 95 minutos