Pájaro de barro
Una hermosa apuesta al teatro popular argentino | Por Eva Matarazzo
Eichelbaum nació en Villa Gobernador Domínguez, Entre Ríos, el 14 de noviembre de 1894, en el seno de una familia de inmigrantes rusos y judía. Desde temprana edad se volcó a la literatura y durante cuatro décadas, dejó su impronta en la dramaturgia nacional, en una época en que nacía el germen del teatro independiente. En medio siglo de carrera, siempre pensó, según dijo, que el teatro es ante todo un «drama interior» producido por crisis morales conscientes o inconscientes y que la poesía dramática se nutre esencialmente de la psicología.
Influenciado por Strindberg e Ibsen, sus personajes generalmente son seres que más allá de las adversidades son capaces de luchar por su honor y dignidad, pero teniendo como contexto social y económico una impronta bien local, propia del Buenos Aires de las primeras décadas del siglo XX.
En Pájaro de barro aparece una heroína con rasgos ibsenianos pero en el entorno del campo argentino. Su condición social humilde es también relevante para entender el desafió que implica para la protagonista enfrentar su destino sobreviviendo con nobleza.
Ana Alvarado respeta casi por completo el texto original, pero lo adapta para que sea más dinámico y comprensible de acuerdo a estos tiempos. Incorpora además el personaje del narrador que reproduce las didascalias, y de esta forma hace presente la voz al autor en escena.
En lo referido a la puesta se produce un cruce entre la tradición y los recursos multimediales de animación. Es muy interesante el concepto escenográfico que utiliza, como un homenaje al cine argentino de principios del siglo XX, donde progresivamente va apareciendo el color hasta estallar. La música compuesta especialmente para la obra por Gustavo García Mendy, es también un elemento a resaltar, ya que conjuga intensidad y sutileza.
Pájaro de barro tiene como protagonista a Felipa, una joven transparente, enamorada y apasionada por la vida, pero con una dignidad y un orgullo que la transforman en un ser fuerte y dispuesto a luchar hasta las últimas consecuencias. Lucía Tomás, quién interpreta a Felipa, hace un excelente trabajo actoral, con momentos de mucha frescura e ingenuidad y otros de una intensa carga dramática. Daniel Hendler encarna a Juan Antonio, el escultor del que está enamorada, un mujeriego que no quiere compromisos ni ataduras. Marita Ballesteros (Doña Pilar), es la madre de este último, una española que dice las cosas como son y que se termina encariñando con la joven. Otro personaje adorable es el de su amiga Ovidia (Celeste Gerez), con quien tiene escenas de mucho humor y ternura. Completan el elenco Ernesto Claudio, Mariano Mazzei, Jesús Catalino y Valentina Veronese. Todos los personajes están muy bien logrados y los actores se complementan muy bien escénicamente.
La pieza de Eichelbaum se adelanta a su época, y a pesar de haber sido escrita hace bastante tiempo, cobra muchísima vigencia, porque plantea un interesante postura en cuanto al rol de la mujer y la maternidad. Felipa realiza durante la obra un viaje interno para poder reconocerse a sí misma y escuchar su deseo más profundo. Se rebela ante los mandatos sociales y su condición, porque es un ser libre y que puede decidir sin tener que someterse. Ella es el barro difícil de moldear.
Ficha técnico artística:
Autoría: Samuel Eichelbaum
Adaptación: Ana Alvarado
Actúan: Marita Ballesteros, Jesús Catalino, Ernesto Claudio, Celeste Gerez, Daniel Hendler, Mariano Mazzei, Lucía Tomas, Valentina Veronese
Dirección: Ana Alvarado
Duración: 100 minutos
Clasificaciones: Teatro, Adultos
TEATRO REGIO
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