Perla Guaraní 

El paisaje encerrado en el cuerpo
Por Eva Matarazzo

Al ingresar a la sala de Espacio Polonia, nos encontramos con un lugar pequeño e íntimo. La luz cálida y algunos objetos nos remiten al interior de un rancho: el color gris del ambiente, el tapiz de cuero de vaca, la paja en el piso, la puerta del fondo, una estampita alumbrada por una vela. Sobre la pared izquierda un mapa enorme, y sobre la pared derecha un par de hileras de juncos que salen en forma transversal.

Perla agazapada, machete en mano, vestida como una peligrosa y sensual guerrera guaraní, nos espera para sorprendernos con su relato.

“Zapatitos de cuero es lo que vendo», nos dice. Cierra la puerta bruscamente, nos atraviesa con su mirada, y se convierte en un personaje cargado de peligrosidad y encanto.

La obra de Gabriela Pastor se construye a través de fragmentos. La riqueza de imágenes y la belleza poética que se genera a través del relato, nos hacen ser parte de un intenso y cautivante viaje, en el que la lengua guaraní y el clima del litoral, nos develan aquello que se encuentra en los márgenes. Pasado y presente se cruzan en la historia de este personaje que seduce pero al mismo tiempo intimida, que provoca pequeñas sonrisas, pero a la vez tristeza y dolor.

El paisaje, el clima y los personajes que describe, parecen estar grabados en el cuerpo presente de la protagonista. Una llaga emana desde lo más profundo de su ser, como el grito ahogado de aquellos que nunca tuvieron voz. Perla es justamente esa voz, la que nos cuenta sobre aquel lugar perdido del que viene, un pueblito en el Paraguay, cerca de los esteros del río, por donde el tren pasa pero no para.

La pobreza extrema se ve en los niños hambrientos y descalzos, en decenas de perros flacos, y el olor a miseria que se clava como un recuerdo imborrable, dice Perla en algún momento.

“Ella es una cancionista frustrada, una flor marchita, una hija abandonada y a pesar de todas sus penurias nunca pierde su lado luminoso, aunque sea desde atrás… por un efecto de eclipse… la luz, siempre está y estará”, comenta Gabriela Pastor, quién además de actuar es la autora de esta obra. La actriz formoseña logra plasmar toda su memoria sensible en esta pieza. Esa atmósfera densa y el contexto al que se refiere se hacen carne a través de su cuerpo y su voz. Se percibe que es un trabajo hecho desde las entrañas. Hay una entrega  en escena que se advierte hasta en la acción más pequeña. A su vez, el personaje transita por distintos estados emocionales, logrando sostener la intensidad de la propuesta.

Más atrás sentado en el espacio demarcado por el tapiz, se encuentra “el ciego” (José Andrés Pawlin), quién acompaña con su guitarra y algunas intervenciones cómplices. Su música en vivo potencia el paisaje litoraleño a través de una cálida sonoridad. Este personaje actúa como una especie de amigo al que Perla tiene como confidente, aunque en otras oportunidades ella también se dirige directamente al público.

La puesta de Fabián Díaz apela muy acertadamente a la teatralidad. Cada momento se vuelve relevante a través de distintos acontecimientos. El espacio también está muy bien utilizado generando cierta dinámica circular y aprovechando todas las posibilidades que brinda la sala, como una ventana que da al patio, en la que se genera una hermosa escena de intimidad y dolor, cuando Perla recuerda a su primer amor.

Un excelente trabajo, sencillo, íntimo, pero con una poética y una sensibilidad enormes.

Ficha artístico/ técnica:

Escrita por Gabriela Pastor | Versión: Fabián Díaz | Música en vivo: José Andrés Pawlin | Iluminación: Omar Possemato | Escenografía y vestuario: Julieta Italiano | Diseño gráfico: Sebastián Mogordoy | Fotografía: Lucas Van Esso | Producción: Carola Parra | Prensa & Difusión: Simkin y Franco | Dirección: Fabián Díaz.

Funciones: jueves, 21h.
Lugar: Espacio Polonia
Dirección: Fitz Roy 1477- CABA
Informes: 011- 3965-9549
Entrada: $250 gral/$200 estudiantes y jubilados.
Duración: 45 minutos.